De manera breve y muy general es importante conocer lo siguiente: 

Todo aprendizaje, habilidad o conducta de una persona  es el reflejo del desarrollo y funcionamiento de su Sistema Nervioso.  

Si queremos superar una dificultad, modificar un comportamiento, adquirir alguna habilidad, potenciar nuestras capacidades, resulta muy útil y necesario considerar el desarrollo, la organización, el funcionamiento de nuestro sistema nervioso.   

La organización neurológica es el proceso por el cual el cerebro crece y se desarrolla gracias a la interacción con su entorno. Secuencialmente, a través de etapas bien precisas y ordenadas, va preparando las vías y circuitos (de entrada – procesamiento – salida) para que nuestro sistema de aprendizaje funcione.  

Al inicio del desarrollo, los aprendizajes son muy simples y básicos, se desprenden de reacciones reflejas e involuntarias. Se identifican como aprendizajes de orden inferior. Posteriormente, y desprendiéndose de estos últimos, ocurren los  aprendizajes  más complejos y voluntarios o de orden superior.  

Durante la evolución de este sistema, y por muy distintos motivos,  se puede  generar una organización y funcionalidad diferente a la preestablecida o idónea. Las inestabilidades o desorganización en el sistema, comienzan a ser evidentes tarde o temprano en el desarrollo (a través de: reflejos, reacciones, tono, posturas, sensaciones, movimientos, habilidades, comportamientos…) y producen esos síntomas que nosotros observamos y definimos como “diferencias, dificultades, retrasos, características, conductas inapropiadas, etc.”  

Para solucionar estos síntomas, es preciso reconocer que las dificultades se encuentran, inicialmente, en la organización y funcionamiento neurológico. Lo que nosotros observamos es la expresión física, la respuesta a dicha desorganización.   

Si buscamos obtener logros significativos, cambios en las características que observamos, es necesario ayudar a organizar el sistema desde la base, para que pueda funcionar y responder mejor. Usando una analogía, si buscamos “salidas” adecuadas (reacciones, comportamientos), necesitamos trabajar en las “entradas”: cómo recibe e integra la información (sensaciones). De otro modo, el sistema puede continuar “atascado y trabajando de manera involuntaria o incorrecta”.  

En la base del desarrollo tanto la inhibición de reflejos primitivos (la posibilidad de que el sistema ya no responda de manera “automática” frente a algún estímulo, como cuando era un bebé)  así como la integración sensorial (la posibilidad de recibir adecuadamente la información de todos los sentidos) juegan un papel predominante y determinan las posibilidades y/o “características” de dicho funcionamiento.  

Frecuentemente, de manera tradicional, al evaluar y estimular, solamente suelen considerarse los aprendizajes de orden superior, los que están relacionados con la corteza cerebral, la conciencia y la voluntad. Asimismo, se “califican” las ejecuciones, las conductas observables (salidas) sin considerar, de manera precisa,  la causa interna de las mismas. Gracias a los avances en el conocimiento del cerebro, el aprendizaje y el comportamiento cada vez se dá más importancia a las bases del desarrollo (procesamientos de orden inferior)  y a la organización del funcionamiento interno (entrada – procesamiento – respuesta) ya que en estas encontramos las claves para prevenir y/o superar muchas dificultades. Por ello, es importante que la evaluación considere el neurodesarrollo. 

Los problemas de aprendizaje, que tan comúnmente tienden a etiquetarse como problemas de orden superior y como tal, suelen atenderse desde una perspectiva prioritariamente psicológica (mente-orden superior), tales como: dificultades de aprendizaje académico, de comportamiento,  trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), dislexia, discalculia, etc. tienen un origen de orden inferior que impide que las funciones de orden superior desarrollen adecuadamente su trabajo. Por ello es muy importante que la evaluación de estos niños se realice implicando  la funcionalidad y el neurodesarrollo. Los profesionales con conocimiento y experiencia clínica  en estos aspectos regularmente se han formado, inicialmente, en terapia física y ocupacional.  

Un gran número de dificultades o la gravedad de las mismas pueden ser pasajeras, no permanentes. Por ello, reconocer  y atender los primeros mensajes o señales de desorganización en un pequeño, tan pronto aparezcan,  ofrece muchìsimas ventajas. Esto evita que se compliquen o permanezcan por mucho tiempo y/o tomen otras formas  (ejemplo – más adelante problemas de conducta, de aprendizaje, etc.) Algunos ejemplos de los primeros retrasos, desviaciones, características “especiales” u omisiones en el desarrollo pueden ser:  dificultad para controlar esfínteres, no tolera muchos alimentos,  gatea sentado de un lado  no  gatea, tono alto o bajo, pie plano, dificultad para lograr la marcha o habilidades motrices básicas, retraso en el habla, entre muchas otras.  

El cerebro es muy plástico y logra modificarse, adquirir habilidades con estimulación oportuna y entrenamiento.  El movimiento es el principal organizador del desarrollo. Recapitular sistemáticamente las etapas de desarrollo ofrece una segunda oportunidad al sistema para adquirir la organización que necesita.  

“No necesitamos enseñarle a hablar, caminar, leer o quedarse quieto, “poner atención”, entre otros. Más bien estimular y ofrecerle la posibilidad de adquirir las habilidades necesarias que lo llevarán  a desarrollar dichas capacidades”. Ejemplo: si queremos que logre manifestar el lenguaje (salida) necesitamos estimular sobre todo las vías sensoriales (entrada)  que mayormente le competen (ej. audición, propiocepción, sensaciones orales, etc.); si queremos que logre manifestar quietud (salida) es conveniente estimular las vías sensoriales (entradas) que le ofrecen información sobre el movimiento. 

El apoyo terapéutico ha de entenderse como una posibilidad de potenciar el desarrollo, lo ideal es que se oriente a solucionar las dificultades desde el  fondo, no solo los síntomas. Por ello el enfoque terapéutico de reorganización neurofuncional ofrece tantas ventajas y deja una huella favorable para toda la vida, no únicamente para las necesidades inmediatas.  

Si requieres más información sobre nuestra valoración y programas de reorganización neurofuncional, con mucho gusto te orientamos.

 

ADI – Aprendizaje y Desarrollo Integral